Beethoven
La segunda
sinfonía de Beethoven fue escrita y dedicada al Príncipe Lichnowsky, durante su
período en Heiligenstadt, año 1802 cuando comenzó a sufrir los primeros signos
de sordera. Fue para él un largo y dedicado proceso compositivo.
Pero, algo
inusual ocurrió cuando Beethoven escribió
la segunda sinfonía sin el típico
“minuet”, (como se acostumbraba, de acuerdo al esquema imperante en esa época) colocando
en su lugar un “scherzo”, que le daría a la composición
una gran energía.
Después del
estreno de la sinfonía los críticos notaron la ausencia del tradicional minuet
y dijeron que la composición tenía mucho poder, pero que era demasiado
excéntrica.
La sinfonía
consta de cuatro movimientos:
I. Adagio
molto - Allegro con brío.
II. Largheto en La Mayor
III. Scherzo:
Allegro
IV. Allegro
molto
ANALISIS
de: All about L van Beethoven.
Agradecimientos a Canal de :Kanal korisnika Mandetriens - youtube
ANALISIS
de: All about L van Beethoven.
I Movimiento -
Allegro con brío - está construido en la forma de sonata con un material
temático de gran simplicidad “Dejando la impresión de dignidad, una madura y
seria visión de la vida y el destino.
II Movimiento -
Larghetto - puede ser considerado como, uno de los puntos más altos de la
creación de Beethoven. Los temas son de gran belleza y serenidad expresando
nobles ideas surgieron a partir de un
gran dolor. A través de una corta Coda de solo 16 barras esta sonata
termina bajo el auspicio de la alegría y felicidad.
III Movimiento -
Scherzo, Allegro - es un segmento muy dinámico irradiando vida. Por primera vez
en la estructura de la sinfonía, aparece un nuevo movimiento, diferente del
minuet en la expresión y al mismo tiempo permitiendo al compositor expresar
plenamente su visión y sentimientos.
IV Movimiento -
Allegro molto - es de gran profundidad, complejidad musical y armónica
Prod’Homme
fue la frase de un critico que vió en este segmento de la sinfonía como “un
dragón atravezado por una lanza, no queriendo morir perdiendo sangre moviendo
la cola alrededor de él”.
Fiel a la
forma clásica en el cuidado constructivo y en la elegancia de muchos de sus
motivos, ya es innovadora en un lenguaje donde el cambio de intensidades es
permanente, que se vale de elementos sencillos que con modificaciones, muchas
veces leves, deriven hacia otros: no existe un discurrir melódico amplio tanto
como esta sucesión de cambios, en acorde a voces tajantes - tal como es posible
apreciar en el motivo introductorio, que
tras un pasaje que siembra expectativa, conduce al segundo motivo cuya
respuesta es sin embargo grácil y a la vez vibrante . La introducción es más
extensa que la de la primera sinfonía, y las modulaciones del resto del
movimiento y la orquestación ya importan un cambio por sobre el ideal puramente
clásico.
Esa
concepción y las dificultades técnicas en la ejecución - más que nada en una
cuerda siempre exigida - deben haberle valido la resistencia inicial,
proveniente de un hábito sonoro diferente, el del clasicismo puro de Haydn y el
Mozart de las sinfonías tempranas. No obstante la dulzura de las intervenciones
de las maderas, implican una exigencia además expresiva.
No dejan de
ser bloques compactos los que prevalecen, pero presentados de una manera
distinta a la dialéctica de choque de las sinfonías impares: aquí todo deriva y
se transforma en medio de una claridad sonora evidentemente clásica.
El arranque
del cuarto movimiento - una bellísima y trabada forma Rondó - es también uno de los lugares
exigentes en términos de interpretación. Berlioz lo caracterizó como un segundo
scherzo al doble de tiempo: gracia, carácter vibrante y a la vez calidez
sonora.
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