Credo - Arvo Pärt



CREDO 

Arvo Pärt. 

Antes de abordar su particular manera de entender la composición, hay que hablar sobre su obra; sus dos primeras obras fueron en un estilo modernista, hasta el año 1968, fecha de la creación de su “Credo”; una obra para piano, coro y orquesta. 

A pesar del hermetismo propio de la cultura oficial soviética imperante en su juventud (Estonia fue parte de la U.R.S.S. hasta 1991), Pärt conocía de las últimas tendencias occidentales (neoclasicismo, serialismo, técnicas de collage, indeterminación) y, como otros que vivían bajo este régimen político, buscaba incorporarlas en su música. 

Credo fue la última obra escrita antes que tomara ese giro radical hacia el estilo que lo identifica hoy; y es reveladora por la tensión que levanta entre lo viejo y lo nuevo, extrae como dice Mark Lawrence.- el orden y el caos. Paradigmáticas de las grandes batallas estéticas del siglo XX. 

La cita de el primer preludio en do mayor del clave bien temperado, una de las obras más reconocibles de Bach, establece una vena musical idílica, evocadora de la gran tradición que se sobrepone con impresionantes y modernas masas de cacofonía orquestal. 

 Agradecimientos a Canal de : Allen Schantz - youtube

Explica Pärt: Quería reunir los mundos de amor y el odio. "Sabía que tipo de música escribiría para el odio y lo hice, pero no fui capaz de hacerlo para el amor”, por eso acudió a Bach. 

El estreno fue un escándalo, por esta singular amalgama; la estridencia vanguardista en lo musical y el texto religioso, contraponiéndose en este sentido al aspecto doctrinario del sistema vigente.

Vino la censura y Pärt se sumergió en un silencio creativo de casi 8 años. No escribía pero estudiaba con perseverancia el canto gregoriano, como también las primeras polifonías medievales, y los grandes maestros vocales de renacimiento. 

El Credo de Arvo Pärt sin duda alguna marca una etapa, que hace sobresalir este viejo texto litúrgico , objeto de inspiración de muchos connotados músicos, pero que en el caso de Pärt exterioriza esa pugna espiritual interior cuya metamorfosis lo llevaría a otro estado, uno de pureza y brillantez musical imposible de no ser percibido.

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